“Quien quiera recortar nuestra autonomía tendrá al sindicalismo aragonés enfrente. Y una financiación autonómica justa que tenga en cuenta nuestras singularidades, mucho territorio con poca población y muy envejecida. Y no hay que esconder sino reivindicar que esto exige una fiscalidad suficiente y progresiva que cumpla con su papel redistribuidor y aporte los recursos necesarios.”

 

Los últimos años no están siendo fáciles y si tienen algún eje en común es la incertidumbre en la que nos movemos. No sólo nos hemos enfrentado a tres crisis enormes en sólo quince años, la crisis financiera de 2008, la pandemia de 2020 y la guerra de 2022, con importantes cambios geopolíticos mundiales y fuertes cambios políticos de dimensión histórica, sino que tenemos transformaciones en marcha (la ecológico-energética, la tecnológica-digital o la demográfica) y la imperiosa necesidad de reforzar y desarrollar pilares para un nuevo contrato social en este siglo XXI, que debían abordarse desde la perspectiva de los intereses de las mayorías sociales.

Estamos asistiendo, en un mundo en transición, a un cambio de modelo social y nos jugamos quien dirigirá ese cambio, las fuerzas progresistas o los extremistas y radicales reaccionarios. Y en este momento convulso y complejo es muy difícil interpretar las claves sobre las que se está construyendo el futuro, nuestro futuro, no sólo en Aragón y en España, sino en toda Europa y en el resto del mundo. Sólo la información, el diagnóstico y la reflexión sobre algunos aspectos relevantes de la agitada etapa que estamos viviendo nos permitirá entender la realidad para poder mejorarla.

Por eso, es fundamental que las organizaciones sindicales aportemos reflexión al debate de “las ideas”, que es tanto como decir, que contribuyamos a generar pensamiento que sustente acciones políticas favorables a los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

Sólo como aproximación, sería interesante profundizar en varios ámbitos. En primer lugar, un grupo de temas directamente relacionados con la situación geopolítica internacional y la situación de los conflictos armados, del impacto político, social y económico que tienen para un territorio como el nuestro.

Otro ámbito debería abordar la repercusión de los Fondos Next Generation de la UE en la transformación de nuestro modelo económico para no perder las ventajas con las que cuenta Aragón en la transición verde en el campo de la energía. Y, aprovechando las próximas elecciones europeas, reflexionar sobre el papel que puede jugar Aragón en el diseño de las políticas en el ámbito exterior y de defensa, en la renovación de la gobernanza europea, el pacto de estabilidad y la capacidad de actuación de los presupuestos comunitarios y nacionales, incluyendo medidas para hacer frente al reto demográfico y regular los flujos migratorios.

También hay que afrontar nuevos desafíos a los que ya nos estamos enfrentando. La despoblación y los desequilibrios territoriales, los procesos de digitalización y la inteligencia artificial y su relación con el empleo, actual y futuro, en un escenario donde asistimos al creciente poder económico de las grandes empresas transnacionales en los sectores de las nuevas tecnologías, un poder que conlleva una cada vez mayor concentración de la riqueza y un aumento de las desigualdades en buena parte del planeta. Una situación que aleja los centros de decisión no ya de Aragón sino de los grandes estados nación.

Y no podemos dejar a un lado lo más inmediato, como los retrocesos en los derechos de la mujer por el avance de las políticas de ultraderecha cuando la derecha les compra su discurso al llegar a los gobiernos o los preocupantes datos sobre siniestralidad laboral en Aragón, donde durante los últimos meses estamos asistiendo a un drama laboral, ya que los fallecidos en el trabajo han aumentado más del 50% sobre la media, el peor dato en tres lustros. Estas cifras han convertido la siniestralidad y sobre todo las muertes en uno de los problemas más graves que tiene Aragón y en una prioridad social y política, ya que buena parte de las muertes son evitables. A esto habría que unir un tema que desgraciadamente cada vez es un problema mayor, la salud mental y su relación con la precariedad laboral.

La izquierda debe reflexionar sobre estos temas si quiere fomentar una nueva hegemonía social vertebradora de las experiencias y reivindicaciones que estamos viviendo en este contexto de cambios. Debemos participar en estos debates si queremos promover un modelo político, económico, social y cultural que desplace al actualmente hegemónico basado en el neoliberalismo, el individualismo y la insolidaridad.

Desde el sindicalismo podemos aportar a ese futuro que, desde el “Diálogo Social”, en estos últimos años, hemos conseguido grandes transformaciones en materia jurídico-laboral garantizando derechos que debían reconocerse a la clase trabajadora y que hoy en día siguen dando sus frutos.

Los mantras neoliberales aplicados al mercado laboral se están viendo superados por los datos. Sólo hay que recordar todas las medidas que nos permitieron salvar los empleos durante la crisis del Covid-19 con los ERTEs como medida estrella, el 54% de subida del SMI desde 2018, el acuerdo de pensiones que ha conseguido que en 2023 y 2024 se mantenga el poder adquisitivo, la reforma laboral que está reduciendo la temporalidad a niveles desconocidos o el Acuerdo de Negociación Colectiva AENC que está encauzando la conflictividad en los convenios colectivos.

Estos avances, unidos a los acuerdos del diálogo social en Aragón, han permitido recuperar la valoración social del sindicalismo tras aguantar años de ataques mediáticos.

Para acabar quiero reseñar dos prioridades para Aragón. La defensa de nuestro autogobierno, un autogobierno que ponen en cuestión algunos partidos reaccionarios. Quien quiera recortar nuestra autonomía tendrá al sindicalismo aragonés enfrente. Y una financiación autonómica justa que tenga en cuenta nuestras singularidades, mucho territorio con poca población y muy envejecida. Y no hay que esconder sino reivindicar que esto exige una fiscalidad suficiente y progresiva que cumpla con su papel redistribuidor y aporte los recursos necesarios.

Pese a la dificultad de la situación política, tenemos retos y oportunidades por delante que requieren, entre otras cosas, de una vigorosa actuación pública y de espacios de intervención sindical. Porque, pese a lo conseguido, todavía tenemos que conseguir mucho más. Y lo pretendemos hacer recuperando el valor del trabajo, del trabajo de calidad, como factor de igualdad y de cohesión. Las Comisiones Obreras de Aragón vamos a trabajar para ello y queremos que el análisis y la reflexión acompañen a la reivindicación y a la lucha.