En el siglo XXI todas las variedades dialectales necesitan tener un referente culto que sirva para la intercomunicación, para las herramientas digitales, para la vida moderna. Impedir su desarrollo haciéndolas desaparecer de la legislación es condenarlas a la muerte y ese parece ser el camino elegido por el actual Gobierno de Aragón.

Hace unos meses conocimos por la prensa que el ejecutivo PP-VOX, con la inestimable ayuda del PAR y en ocasiones de Teruel Existe (véase lo ocurrido recientemente en la Comarca del Matarranya), ha puesto fecha para anular el reconocimiento de las dos lenguas habladas en Aragón desde antes de la introducción del castellano en el siglo XV. Sí, hablamos del aragonés y del catalán de Aragón.

Parece mentira que seamos capaces de negarnos a nosotros mismos y a nuestra historia ¿verdad? Pues así es.

¿La excusa? Muy simple (los razonamientos complejos no caben para ellos): el pancatalanismo y el peligro de la eliminación de las variedades diatópicas (lo que ellos llaman las “modalidades”. ¿Modalidades de qué? Tendrán que ser de alguna lengua ¿de cuál, entonces?).

La historia nos deja algunos ejemplos de cuál es el nombre por el que se conocieron nuestras lenguas desde hace siglos.

Podríamos remontarnos mucho más en el tiempo, pero por ser concisos citaremos aquí al arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragón Don Hernando de Aragón, nieto de Fernando el Católico (poco sospechoso hasta ahora de catalanista), quien en su Historia de Aragón (1555) dejaba bien claro las tierras aragonesas en las que se hablaba entonces, y se habla todavía, catalán (“Monçón y su tierra, Fraga, Favara, Maella, la Torre del Conde, Fresneda, Valderrobres, Vinazeit, Fonespalda, Monroy y Aguaviva, toda aquella tierra, con la de Teruel que confrontaron Valencia, todos hablan los aragoneses catalán”) o cuando en 1637 el concejo de Arenys de Lledó pidió a su arzobispo que les enviara un cura que supiera hablar catalán porque sus conciudadanos no entendían al que les habían mandado.

Del aragonés encontramos ya su denominación en el Vidal Mayor (1247) o en textos de Alfonso X el Sabio (Estoria de España, c. 1270). Negar ahora su existencia cuando fue la primera lengua románica a la que se tradujeron algunos clásicos griegos en el siglo XIV por Johan Ferrández d’Heredia, roza la indigencia intelectual y da vergüenza ajena.

La ciencia considera unánimemente las hablas de la zona oriental de Aragón como dialectos del catalán, y ¡oh, sorpresa! también el PP hasta no hace mucho (véase al respecto el “Dictamen sobre la política lingüística en Aragón” donde el PP dice que las considera parte del catalán noroccidental –Diario de sesiones de las Cortes de Aragón, nº 70 de 1997) y el PAR, que en su Anteproyecto de Ley de lenguas de 2021 no solo establecía su cooficialidad sino que designaba con precisión los municipios en que se hablaba tanto el aragonés como el catalán (BOA de 16 de marzo de 2001).

“Eso fue hace mucho tiempo” (dicen algunos), como si las lenguas cambiaran en apenas veinte años. No, lo que ha cambiado ha sido el enfoque político de estos partidos que son capaces de negar la ciencia y hasta nuestra propia historia por un puñado de votos. Y eso con la excusa de que hay hablantes que no consideran catalán lo que hablan, como si les pudiéramos exigir que fueran filólogos.

Pongamos un ejemplo. En los años 60-70 del siglo XX Manuel Alvar dirigió el Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y La Rioja, preguntando a los encuestados qué lengua hablaban y ¡nueva sorpresa! además de las decenas de respuestas en las que declararon que hablaban “basto”, “antiguo”, “cazurro”, “maño”, etc., resultó que hubo hasta siete pueblos de Teruel en que dijeron que hablaban aragonés, en ocho localidades no supieron identificar la lengua que hablaban y en alguno contestaron que no hablaban ni aragonés, ni castellano. Que sepamos esto no dio lugar a una revisión de la lingüística castellana, por más que, como todas las lenguas, el castellano disfruta de una gran variedad ¿alguien duda de que las hablas andaluzas, murcianas, canarias, extremeñas o argentinas formen parte de esa lengua? ¿Por qué no exigen nuestros gobernantes que se respeten las “modalidades” del castellano de Aragón?

Por cierto, que para Alvar y para Lázaro Carreter, Dámaso Alonso, Camilo José de Cela, Salvador de Madariaga, Vicente Aleixandre, José María Pemán y muchos otros académicos, lo que se habla en la zona oriental de Aragón, es sin ningún género de dudas, catalán, y así lo hicieron constar en un manifiesto en 1975. Pero qué más da, aquí de lo que se trata es de sacar votos a costa de lo que sea.

Otra excusa/mentira para la modificación legal es que se haya hecho “tabla rasa” de las variedades diatópicas aragonesas en el trabajo desarrollado por la Dirección General de Política Lingüística entre 2015 y 2023.

Es fácilmente constatable, y más para quien en este momento está en el Gobierno. En educación se ha enseñado en cada centro la lengua, basándose en el dialecto local, se han elaborado decenas de materiales didácticos destinados a los escolares en aragonés ansotano, cheso, tensino, belsetán, chistabín, ribagorzano, benasqués… (pueden verse en la página web lenguasdearagon.org), en las herramientas digitales, como el “Aragonario”, se indica en cada entrada la forma dialectal… Lo mismo en el caso del catalán, en el “CatAragonario”, elaborado precisamente para facilitar la tarea de los docentes, en el que se indican las diferentes formas de expresar cada voz en las distintas comarcas. Véase también el suplemento “Temps d’escola” de la revista Temps de Franja, realizado por los propios escolares. Evidentemente, o no se han tomado la molestia de revisar estas cuestiones o, directamente es una falsedad que vende muy bien, de esas que estamos acostumbrados a que construyan en todos los ámbitos.

El pasado mes de enero tuvimos ocasión de exponer al Comité de Expertos del Consejo de Europa que monitoriza el cumplimiento de la Carta Europea de las Lenguas regionales o minoritarias, el trabajo desarrollado en el periodo que estaban estudiando (2017-2021) y del que emitirán un informe a lo largo de este año. El Consejo de Europa reconoce el aragonés y el catalán de Aragón (puede verse en su web y en todos sus informes y recomendaciones), el Tribunal Constitucional (STC 56/2016) ha determinado expresamente que estas lenguas están protegidas por la Carta Europea (un tratado internacional que obliga a todas las autoridades españolas, también a las aragonesas, claro). La ciencia lo tiene muy claro.

¿Qué más necesitan nuestros gobernantes? ¿Van a volver a hacer el ridículo mundial como en 2013 con el LAPAO y el LAPAPYP o a convencernos de que hablamos mal, que “chapurreamos”? Un poco de respeto a los aragoneses, por favor.

En el siglo XXI todas las variedades dialectales necesitan tener un referente culto que sirva para la intercomunicación, para las herramientas digitales, para la vida moderna. Impedir su desarrollo haciéndolas desaparecer de la legislación es condenarlas a la muerte y ese parece ser el camino elegido por el actual Gobierno de Aragón.

Proteger nuestra cultura y nuestras lenguas es una cuestión de estado, y así debería ser entendido por quienes administran la cosa pública.