“…me duele en el alma que nuestro Aragón sea portada por llamar a la guerra santa contra los aragoneses que practican el ramadán, o contra los que tocan el tambor bajo túnica y capucha.”
Hoy es el día de las aragonesas y de los aragoneses y mereceríamos mejor titular. Pero no son tiempos para la épica y esto es lo que hay.
Sé bien que vivir en democracia supone aceptar que te gobiernen sujetos a quienes nunca votarías. Si lo sabré yo. Sé bien que, a quienes demonizan el islam, no les importa ni el Ramadán ni el Corán. En realidad, no les importan las personas en general, pero saben que existe un caladero de votos más allá de cualquier derecha o derecho. Por eso no quiero nombrarlos, ni siquiera en el titular, porque ya han conseguido su ansiada publicidad. Y sé bien que odiar al extranjero es signo de absoluto analfabetismo o de maldad crónica. Si el representante al que usted votó predica este odio y tuvo acceso a una educación superior (compruébelo en la Wikipedia), no debe atribuirle ignorancia, pero desde luego, tampoco ninguna de las virtudes teologales. Vaya, que bien seguro que es malo por auténtica vocación.
Y a mí me duele en el alma que nuestro Aragón sea portada por llamar a la guerra santa contra los aragoneses que practican el ramadán, o contra los que tocan el tambor bajo túnica y capucha. Me molesta que seamos noticia por querer borrar la Ley de la Memoria, como si el drama de haber sido asesinado por una pistola de ETA fuera moralmente superior a haberlo sido por un fusil fascista.
Esos representantes, ahora lo son de todos, ensucian el nombre de Aragón, tierra históricamente amante de las libertades. Claro que últimamente quieren convencernos de que la libertad es poder tomarse unas cañas a cualquier hora y sin pagar extras por nocturnidad al camarero, o que son más libres quienes viven en una urbe de la España apretujada donde sea improbable coincidir con un ex, aunque exista mayor probabilidad de que ese ex las asesine.
Lo que realmente no tiene nada que ver con la libertad es el hecho de querer demonizar a quienes practican una religión. Yo, que soy más ateo que Don Luis, tengo en cuenta que las creencias son un bien protegido por nuestra Constitución. Una cosa es subrayar que en nombre de cualquier dios se hayan bendecido cañones y se haya llamado a la Cruzada y otra hacernos creer que las personas que siguen los preceptos de obrar bien, de ayunar en viernes, o de peregrinar a Santiago o a La Meca, tengan la voluntad de acabar con nuestra civilización o con nuestro sistema democrático.
Todo eso lo saben bien quienes representan a este territorio, cuya sede del Poder Legislativo se encuentra en el palacio del siglo XI que es La Aljafería, tan islámico para más señas, y tan de todos.
Por favor, no dejemos que ensucien nuestra esencia ni nuestra historia. No admitamos que insulten nuestra inteligencia. No permitamos que nos nublen este Día de Aragón, ni los días venideros.