ALGÚN DÍA VOLVEREMOS A SONREÍR
“No consigo percibir como atolondrados o naífs a gobernantes que tienen en su agenda el plan de demolición de un edificio que ha costado mucho construir.”
No hace demasiado tiempo, Aragón marcaba una tendencia que incluso llamaba la atención de algunos medios de tirada “nacional”, poco dispuestos habitualmente a mostrarnos en registros amables. Un gobierno autonómico multicolor y de amplio espectro funcionaba: podía haber discrepancias entre socios, pero no llegaba la sangre al río. La oposición estaba en su papel, fiscalizando y criticando y, si hacía falta, rasgándose las vestiduras, pero dentro de una lógica asumida y aceptada.
En La Aljafería se legislaba sobre temas de interés para Aragón. No era una balsa de aceite, desde luego: podían vocearse palabras gruesas y ventilarse disputas… pero en las Cortes se debatía sobre necesidades del día de día, se atendía a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales, a la cultura, a la despoblación… se aprobaba una ley de memoria reparadora y se reconocía oficial e institucionalmente nuestra singular y diversa realidad lingüística. Con sus defectos e imperfecciones… la nave iba.
Los políticos encarnados por los cómicos de Oregón TV resultaban graciosos y ocurrentes. En su desbarajuste, todos, sin excepción, resultaban entrañables.
Ahora ya no es así. La profesionalidad de esos actores y actrices es indudable, y no cuestionaré la calidad de sus guiones. Resulta muy de agradecer su esfuerzo por hacernos reír. Todo eso tiene un mérito enorme. Pero cada vez me cuesta más reirme con los personajes que actualmente protagonizan esa sección del veterano programa. Igual el problema es mío. No consigo percibir como atolondrados o naífs a gobernantes que tienen en su agenda el plan de demolición de un edificio que ha costado mucho construir.
El artificio y la crispación se han instalado de la mano de quienes, abominando del Estado democrático y autonómico, se saben imprescindibles. No se legisla ni se gobierna en nombre de la ciudadanía sino al dictado de otros intereses y, si hace falta, hasta de la mentira. Se inventan problemas. Cada vez se habla menos de Aragón. Y ese modelo es secundado en otras instancias locales, donde se secuestran voluntades y se yugulan proyectos apelando a una rentabilidad que nunca es social.
El esperpento busca deformar la realidad para hacerla objeto de crítica. Pero cuando la realidad ya es ridícula de por sí, cuando adquiere unos tintes tan flagrantes de esperpento… es complicado retorcerla y exprimirla hasta el punto de encontrarle la gracia. Todos los esfuerzos dirigidos a ese fin son saludables y dignos de encomio (y esta parodia televisiva de nuestra fauna política lo es), pero a veces reír se convierte en un auténtico desafío.
No sé si algún día volveremos a ser modelo de algo, pero estoy seguro de que las cosas que nos importan volverán a estar en el foco… y entonces recuperaremos, como mínimo, la sonrisa (y si es la carcajada, mejor).