“[El general Lukács] Máté Zalka, escritor, era en realidad el nombre literario de Béla Frankl, judío nacido el 23 de abril de 1896 en la localidad oriental húngara de Tunyogmatolcs”
El 11 de junio de 1937, un obús disparado desde las posiciones fascistas de la defensa de Huesca hacia Montearagón, alcanzó de lleno el automóvil en el que el general Lukács (Máté Zalka) realizaba una inspección del campo de batalla donde iba a concentrar sus fuerzas para tomar la ciudad a partir del día siguiente. El proyectil ocasionó la muerte del militar casi de forma instantánea. El conductor del vehículo, Luis Ventura Saornil, quedó muerto en el acto, mientras los otros dos ocupantes, el comisario político Gustav Regler y el consejero Pável Ivánovich Bátov, conocido como Fritz, resultaban heridos de gravedad. Desaparecía el hombre pero nacía una leyenda para la historia de las Brigadas Internacionales.
La muerte de Lukács, que causará una enorme conmoción en las filas republicanas, determinará la designación del general de ascendencia germano-judía Emilio Kléber para que asuma la responsabilidad de una operación militar que, no obstante, se saldará con un rotundo fracaso. Esta ofensiva, además, constituirá el último gran intento de toma de la ciudad.
Máté Zalka, escritor, era en realidad el nombre literario de Béla Frankl, judío nacido el 23 de abril de 1896 en la localidad oriental húngara de Tunyogmatolcs. Su vocación literaria, manifestada muy temprano, no convenció a su padre que lo matriculó en una escuela castrense. Destinado al cuerpo de Caballería de las filas austrohúngaras luchará en varios frentes durante la Primera Guerra Mundial.
En junio de 1916 fue capturado por las tropas rusas en el frente oriental y enviado a un campo de concentración al este de Siberia, Jabárovsk. Junto con otros prisioneros de guerra húngaros, como él igualmente influidos por la ideología comunista, formará una unidad que se incorporará al Ejército Rojo interviniendo activamente en la Revolución, de la que llegó a ser un gran propagandista. Fue condecorado con la Estrella Roja. Se nacionalizó ruso y allí se casó y tuvo una hija.
Concluida la guerra, al tiempo que se ocupa en el Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores, se dedicó con absoluta intensidad a su carrera literaria publicando cuentos y novelas. Perteneció a la Asociación Rusa de Escritores Proletarios y dirigió el Teatro de la Revolución de Moscú. Igualmente colaborará con el Partido Comunista y será miembro del Socorro Rojo Internacional.
Lukács se incorporó a la base de Albacete de las Brigadas Internacionales en octubre de 1936 como jefe de la XII Brigada, en la que se alineaban combatientes franceses, belgas, checos, italianos, húngaros, alemanes… Precisamente su comisario será el escritor alemán Gustav Regler, que contará su experiencia en la contienda española en su novela La gran cruzada (Tabla Rasa, 2012). Presente en la defensa de Madrid a partir del 10 de noviembre, también combatirá en el Cerro Rojo, Mirabueno, Jarama, Guadalajara, Brihuega, Fuentes y Meco, Morata de Tajuña y de nuevo Madrid. Su último destino, al que llegó como aureolado general Lukács fue el frente de Huesca, estableciendo su cuartel general en Apiés (Ehrenburg, 2014).
Impacto directo sobre un coche ligero
En el «Diario de operaciones de la circunscripción de Huesca durante el Glorioso Alzamiento Nacional» referido al 11 de junio, se da cuenta del avistamiento en el sector de Loporzano de 22 carros de combate rusos y también leemos: «La artillería batió y hostigó todas las agrupaciones enemigas de tropas y vehículos, haciendo un impacto directo con 15,5 [calibre artillero utilizado] sobre un camión que subía por Montearagón y otro sobre un coche ligero».
Varios autores en sus libros de memorias refieren la muerte de Lukács. Francesc de Cabo (Sepha, 2005), combatiente de la 29.ª División Lenin del POUM, traslada el testimonio directo de su correligionario Lluís Puig: «Puig estaba situado en un cerro desde el que observaba el tráfico de vehículos de todo tipo que desfilaban por la estrecha carretera que era una recta desde Huesca hasta el montículo de Estrecho Quinto, así como de los ‘ejercicios’ de tiro de la artillería franquista. De repente vio cómo un proyectil del 15,5 hacía explosión en la parte delantera de un coche, cerca del puente sobre el riachuelo Flúmen, alcanzándolo de lleno y lanzándolo por el aire envuelto en una nube de llamas, tierra, humo y pólvora».
El también miliciano poumista Miquel Adillón (Ed. autor, 2001), señala en su autobiografía la presencia de un grupo de oficiales de las Brigadas Internacionales en la carretera de Apiés, quienes «engalanados y con gorras de plato, con un telémetro inspeccionaban el sector y la ciudad que quedaba a un kilómetro de distancia». «Un obús de artillería, de los muchos que sobrepasaban el vértice de la loma cayó cerca de los coches cuando iban a subir. Días más tarde supe que aquel obús despistado, por pura casualidad había matado al general Lukács».
Como se ve, no hay unanimidad acerca del lugar preciso donde fue alcanzado el vehículo de Lukács, aunque las descripciones señalan una zona muy próxima a la ciudad en la dirección de Montearagón y Estrecho Quinto.
Embalsamado en Bandaliés
Tampoco los distintos testigos coinciden en el primer destino del cuerpo del infortunado general antes de ser llevado a Valencia, entonces capital de la República, donde iba a ser enterrado. Regler, en su novela de autoficción, lo situará evacuado todavía con vida en Siétamo, «en el barracón que hacía las veces de hospital», el mismo lugar al que fue trasladado el 20 de mayo George Orwell tras haber resultado gravemente herido en el cuello.
La familia Vallés, radicada en la localidad de Bandaliés, ofrece su propia versión de lo ocurrido. De acuerdo con este relato, Lukács fue amortajado, quizá tras su paso por Siétamo, en la casa familiar que había sido requisada por los milicianos y convertida en hospital de sangre. Se da la circunstancia de que el propietario, José María Vallés Foradada, defensor en diciembre de 1930 en el consejo de guerra que condenará a muerte a los capitanes Galán y García Hernández, también había sido el primer alcalde militar de Huesca tras el golpe de Estado del 18 de julio.
La prensa republicana toda se hizo eco del luctuoso suceso. También los diarios soviéticos Izvestia y Pravda publicaron las crónicas enviadas por sus respectivos corresponsales, Iliá Ehrenburg y Mijail Koltsov, ambos vivamente impresionados por lo ocurrido. «A pesar de haber combatido mucho en su vida –dirá Ehrenburg– no se había convertido en un militar. Trataba a las personas con el interés y la comprensión de un escritor que conoce mucho mejor las madejas de las pasiones que las cotas de los mapas».
«Lukács, mi buen Lukács –se lamenta Koltsov (Ruedo Ibérico, 1963)–, ¿es posible que esto haya ocurrido?». El 15 de junio llegaron los restos del general a Valencia y el féretro quedó expuesto en la sede del comité provincial del Partido Comunista junto con los del conductor italiano Ventura Saornil y el comandante médico alemán Werner Heilbrunn. A media tarde del día 17, tras haber recibido todo tipo de honores y decenas de coronas de flores, partió la comitiva en dirección al cementerio general presidida por el jefe del Gobierno Juan Negrín y el jefe del Estado Mayor Central coronel Vicente Rojo.
Los fotógrafos Robert Capa y su compañera Gerda Taro, que morirá un mes más tarde en la batalla de Brunete, tomaron en Valencia decenas de imágenes, buena parte de las cuales desaparecieron en 1939 para ser redescubiertas en la «maleta mexicana» hallada en 2007.
Cabe anotar, por último, que los restos del general Lukács, fueron trasladados a Budapest el 4 de abril de 1979.
Publicado en el Diario del Altoaragón el 11 de junio de 2017