“… uno del pueblo le dijo a Gascón, la gloria local: “¡Cómo se nota que le escribes los discursos al consejero!”. Para ellos era impensable que un directivo de un club de fútbol pudiera hablar de la historia de su pueblo.”
En la época que fui consejero del Zaragoza viajaba mucho a nuestros pueblos para visitar las peñas zaragocistas. Venían conmigo el director de comunicación del club (durante mucho tiempo ese gran periodista que es Manuel de Miguel, (antiguo director del diario Equipo) y dos o tres jugadores de la plantilla, y aquello era siempre una gran fiesta: fotos, autógrafos, regalos para los niños, encendidos discursos zaragocistas… Pero como era un consejero tan atípico, algunas veces les hablaba de la “gloriosa” historia de sus pueblos (ya se sabe que las pequeñas y humildes historias locales aragonesas suelen ser campo abonado para el chovinismo) y la gente no podía creerse que uno supiera de esas cosas. Un día que fuimos a Mallén le pedí a mi amigo, el escritor Santiago Gascón, natural de allí, que nos acompañara, y les hablé de ciertas peculiaridades que el presbítero Francisco-Javier Córdoba y Franco contaba de Mallén en un raro librito de 1884: que el clima es tan saludable que allí puede alcanzarse “una larguísima vida, compitiendo en este punto de una manera ventajosa con cualquiera otra población de Europa”; que el carácter de los naturales de esa villa es “noble, generoso y valiente”, que “hacen el bien siempre que se les presenta ocasión” y que se “ayudan mutuamente los unos a los otros en todas sus necesidades”; y que a tres de sus paseos los “envidiarían otras poblaciones de mucha más importancia”. Chovinismo mallenero. Entonces sucedió lo mejor de la noche y uno del pueblo le dijo a Gascón, la gloria local: “¡Cómo se nota que le escribes los discursos al consejero!”. Para ellos era impensable que un directivo de un club de fútbol pudiera hablar de la historia de su pueblo.
Otro día fuimos a Tauste y yo acudí pertrechado del libro humorístico de Julio Bernal y Soriano Dos días en Sancho-Abarca, de 1891. Les leí algunos párrafos del libro que no tienen desperdicio: “Tauste, París y Roma van eternamente unidas: París pretende ser la capital del mundo civilizado; Roma, la del mundo religioso; y Tauste, a lo que yo entiendo, preside a las otras dos… porque… ¿qué es el río Amazonas al lado del tortuoso Arba? ¿qué los magníficos puentes de París sobre el Sena comparados con los puentes de San Miguel, del Arba y del Saso?… ¿dónde se cría mejor harina de panizo para hacer farinetas?, ¿dónde se llevan calzones más anchos y cachirulos más elegantes… ¡Oh Tauste! Villa dichosa, que bien merecías ser ciudad y hasta corte; ¡cuántas glorias modernas se acumulan a tus muchas e inenarrables antiguas glorias”… El chovinismo taustano superaba al mallenero. Los viejos cronistas dirían que las palmas echaban humo. Aquel día triunfamos en Tauste, más que si el Zaragoza le hubiera ganado al Madrid. Y es que no hay nada como el patriotismo local. Lo tuvo claro hasta Antonio Garisa: “No es por presumir, pero soy de Zaragoza”, decía. Pues eso.