“…un país como Aragón, con su milenio largo de existencia (desde los primitivos Condes de Aragón sujetos al control carolingio), hasta nuestros días, lo ha sido como una nación independiente -conviene no ignorarlo- durante más de 700 años. Así que su historia da para mucho”.

 

Cada año el 29 de junio los aragonesistas convertimos una fecha de derrota (la abolición de los Fueros de Aragón por el rey borbón Felipe V mediante los Decretos de Nueva Planta de 1707) en una fecha de conmemoración. Considerado el final del Aragón independiente, supuso la supresión de leyes e instituciones propias del Reino de Aragón (y del de Valencia en la misma fecha). En 1715 ocurriría lo propio con el Reino de Mallorca y en 1716 con el Principado de Cataluña, completando el vaciado político-institucional de los países que conformaban la Corona de Aragón, para gloria del Reino de Castilla, pasando a ser el “de España”.

Pero un país como Aragón, con su milenio largo de existencia (desde los primitivos Condes de Aragón sujetos al control carolingio), hasta nuestros días, lo ha sido como una nación independiente -conviene no ignorarlo- durante más de 700 años. Así que su historia da para mucho.

Para tanto, que algunos consideran el Compromiso de Caspe en 1412 (con la entronización de la dinastía castellana de los Trastámara) como el comienzo del declive del Reino. Cierto que cada año se conmemora tanto la previa Concordia de Alcañiz como el Compromiso de Caspe con fiestas y recreaciones que buscan resaltar la vertiente pactista, del acuerdo entre los reinos, para elegir un sucesor al trono (Martín en Humano había muerto en 1410 sin dejar heredero) y evitar que se dilucidase mediante las armas, que era el procedimiento habitual en todo el orbe.

Igualmente pudieran considerarse las alteraciones populares del s. XVI que desembocaron en 1591 (con la ejecución del Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, por las tropas castellanas al servicio del Rey) el inicio de una desconsideración progresiva de los monarcas de la Casa de Austria con el reino aragonés. De hecho, fueron convocándose sus Cortes cada vez de forma más esporádica y en general el respeto a las instituciones propias le suponía un gran incordio al rey. También los aragonesistas (y el Justicia de Aragón) conmemoramos esa decapitación cada 20 de diciembre, exaltando el valor y carácter pionero en Europa de esa institución.

También los hay quienes opinan, con argumentos, que fue (el por otra parte tan laureado y reconocido) Fernando II de Aragón, con su matrimonio con Isabel de Castilla en octubre de 1469 en Valladolid, el que comenzó a interesarse más que por los aragoneses por los asuntos del reino castellano que habría de codirigir con su esposa, culminando las hazañas de la Conquista de Granada o del Descubrimiento de América (que, como todo el mundo sabe, debería llamarse Colombia) y que les llevaría a ser distinguidos por el Papado con el título de “Reyes Católicos”. Todos los años, en torno al 10 de marzo, en Sos del Rey Católico se conmemora, con gran atractivo turístico, el “Nacimiento de un Rey” que tuvo lugar en su Palacio de Sada en 1452.

Pero podríamos hablar de la conmemoración de La Morisma en L’Ainsa o del Primer Viernes de Mayo en Jaca (recordando esas primeras victorias de los cristianos). O de la floreciente Saraqusta taifal del s. XI, o de la crianza en el castillo templario de Monzón, de Jaime I en Conquistador, merced al buen hacer del caballero Guillén de Mont-Rodón en torno a 1213. O ¿por qué no? de las leyendas de San Jorge, sea con el Dragón o apechugando contra los sarracenos en la batalla de Alcoraz; o de la Campaña de Huesca con Ramiro II el Monje. Y, ya puestos, de la esplendorosa Zaragoza Renacentista, o del Consejo de Aragón (1936-1937) en la Guerra Civil Española que supuso la única experiencia de un gobierno anarquista (un oxímoron en sí mismo) que se ha dado en la humanidad y que de paso creó el primer Aragón autónomo tras 1707; o de las luchas más recientes por la autonomía plena y contra los trasvases.

Y es que los aragoneses, podemos estar muy orgullosos de nuestro devenir histórico como pueblo, pero necesitamos conocer nuestra historia para reconocernos en ella y amar más a nuestro país, sus gentes y sus tierras.